Muchos ciudadanos se están movilizando para promover la anulación del voto. Sus argumentos son convincentes, el primero de estos es hacer notar que ya estamos hartos de tanto abuso y burla, el segundo, supone que de esta forma sí seremos escuchados, el tercero, es concretar lo que llamamos democracia, el cuarto, exponer nuestras ideas, el quinto, anular una elección en la que compiten los mismos políticos y los ahijados de estos y otros que quieren vivir del presupuesto. Tal vez haya más razones para justificar este movimiento, pero estas son las más importantes.
Los otros, los que defienden el voto, arguyen que sería un golpe a la “democracia” (que tanto ha costado), sería un retroceso político, la voz del pueblo no se escuchará, sería darle la decisión a los otros. Pero su defensa es terca, critican en lugar de ofrecer proyectos y argumentos. Impiden reflexionar el voto poniendo los mismos rostros, los mismos discursos, las mismas mentiras. Aseguran, cínicamente, que no elegir es optar por otros partidos, los de siempre. Dicen que cada voto cuesta mucho dinero y que por lo tanto hay que hacerlo válido, queriendo evitar en las conciencias la culpa por desperdiciar dinero. Esta defensa, esta promoción, la hacen los mismos partidos políticos, los dinosaurios que durante tanto tiempo nos han robado.
Desgraciadamente para los promotores del voto, su defensiva es contraproducente, ya que justifican el por qué no votar y demuestran su poca claridad política. Esto significa que sus argumentos sirven para defender la idea de anular el voto:
Al pueblo le ha costado mucha sangre lograr y defender la democracia; al PRI y al PAN y demás partidos, les ha dado muchas ganancias venderla a Estados Unidos y otros países.
La Independencia, la Constitución, la Revolución, el movimiento del 68, el movimiento del 71, hasta el zapatismo en sus más fundamentales peticiones, son avances políticos; no lo son los favores políticos de Calderón, las estupideces de Fox, el dominio sindical de Elba Esther, el congreso que apesta igual, las ganancias millonarias de los partidos y de los padrinos políticos, los errores del PRI y su repetición con el PAN, la forma en que se adornan y congratulan ofreciendo programas y apoyos, como si el dinero saliera de su bolsillo.
Votando nuestra voz no será escuchada, porque siguen los mismos rateros, entre ellos se protegen y tapan los oídos. Sentados en las curules, hacen lo que ellos quieren, lo que les conviene; se les acaba el poder, regresan al pueblo con las mismas promesas.
Atrayendo el voto (sin importarles que sufragar es progresar), afirman que no votar es darle el voto a otro partido, al más inexperto o al más corrupto. Cualquier partido político, hasta el más pequeño, tiene que ver con otros, cuenta con padrinos y protectores, como lo estamos viviendo en Tlaxco con el partido de la manita, que le sirvió a Ortiz para condecorar a Sosa Salinas y aparentar sus corruptelas.
Cada boleta cuesta mucho dinero, porque entre más tenga un partido a su favor, el recurso le será mayor. Se burlan de nosotros gastándose nuestro dinero en spot’s, en privilegios, en mantener a muchos parásitos que no han logrado nada por el país. Claro que cuesta mucho dinero, y más costará si lo seguimos permitiendo.
Esto hace reflexionar nuestra situación política, pensar el voto y responsabilizarnos por un país que es nuestro.
Los otros, los que defienden el voto, arguyen que sería un golpe a la “democracia” (que tanto ha costado), sería un retroceso político, la voz del pueblo no se escuchará, sería darle la decisión a los otros. Pero su defensa es terca, critican en lugar de ofrecer proyectos y argumentos. Impiden reflexionar el voto poniendo los mismos rostros, los mismos discursos, las mismas mentiras. Aseguran, cínicamente, que no elegir es optar por otros partidos, los de siempre. Dicen que cada voto cuesta mucho dinero y que por lo tanto hay que hacerlo válido, queriendo evitar en las conciencias la culpa por desperdiciar dinero. Esta defensa, esta promoción, la hacen los mismos partidos políticos, los dinosaurios que durante tanto tiempo nos han robado.
Desgraciadamente para los promotores del voto, su defensiva es contraproducente, ya que justifican el por qué no votar y demuestran su poca claridad política. Esto significa que sus argumentos sirven para defender la idea de anular el voto:
Al pueblo le ha costado mucha sangre lograr y defender la democracia; al PRI y al PAN y demás partidos, les ha dado muchas ganancias venderla a Estados Unidos y otros países.
La Independencia, la Constitución, la Revolución, el movimiento del 68, el movimiento del 71, hasta el zapatismo en sus más fundamentales peticiones, son avances políticos; no lo son los favores políticos de Calderón, las estupideces de Fox, el dominio sindical de Elba Esther, el congreso que apesta igual, las ganancias millonarias de los partidos y de los padrinos políticos, los errores del PRI y su repetición con el PAN, la forma en que se adornan y congratulan ofreciendo programas y apoyos, como si el dinero saliera de su bolsillo.
Votando nuestra voz no será escuchada, porque siguen los mismos rateros, entre ellos se protegen y tapan los oídos. Sentados en las curules, hacen lo que ellos quieren, lo que les conviene; se les acaba el poder, regresan al pueblo con las mismas promesas.
Atrayendo el voto (sin importarles que sufragar es progresar), afirman que no votar es darle el voto a otro partido, al más inexperto o al más corrupto. Cualquier partido político, hasta el más pequeño, tiene que ver con otros, cuenta con padrinos y protectores, como lo estamos viviendo en Tlaxco con el partido de la manita, que le sirvió a Ortiz para condecorar a Sosa Salinas y aparentar sus corruptelas.
Cada boleta cuesta mucho dinero, porque entre más tenga un partido a su favor, el recurso le será mayor. Se burlan de nosotros gastándose nuestro dinero en spot’s, en privilegios, en mantener a muchos parásitos que no han logrado nada por el país. Claro que cuesta mucho dinero, y más costará si lo seguimos permitiendo.
Esto hace reflexionar nuestra situación política, pensar el voto y responsabilizarnos por un país que es nuestro.
Por Jorge Esteban López García